domingo, 11 de noviembre de 2012

Ser o no ser


Paseará por las calles adornadas con luces de Navidad, pero ya no será lo mismo, ahora llevará las manos vacías, solitarias, resguardadas en la monotonía de sus bolsillos. Se sentirá extraño, le hormiguearán las manos por la nostalgia, porque ya no sentirá su mano fría, sí, pero enlazada a la de la chica que tantas semanas había esperado para, al fin, pedirle salir un día de noviembre. No podrá evitar buscar su mirada entre la de la gente con la que se cruza, cuando va a entrenar con la bolsa cargada al hombro. Ojos grises apagados, verdes tiernos, marrones aburridos. Incluso su corazón se permite un ligero aleteo al encontrarse de frente con unos azules intenso, que lo miran con curiosidad. Frena, respira hondo. No, no son los de ella. La chica es mona, sí, y le mira, claramente interesada. "Es guapa, está bien, venga dile algo" se obliga a pensar, pero una traicionera vocecilla le susurra desde lo más hondo "pero sus ojos no son como los de ella". Se le inundan los ojos de lágrimas que él mismo no comprende, agacha la cabeza y aprieta el paso, mientras mil recuerdos acuden a su mente. Ella, ella, ella, siempre ella. Su risa, sus escapadas de cinco minutos para desearle suerte y robarle tres o cuatro efímeros besos en su portal, y otro más, el más dulce de todos, en la puerta del ascenso. Sus vaciladas, sus tonterías, su felicidad cuando iba a buscarla al final del entrenamiento. Las bromas de sus compañeros cuando él tenía partido y ella aparecía sin avisar. Cuando pasaban la tarde juntos y su madre la llamaba por teléfono y ella era tan tan feliz que contestaba riendo cosas sin sentido. Llega a casa, está de un humor de perros, le puede el haberla perdido tan tontamente. Da vueltas por la habitación, indeciso. Tiene un nudo en el estómago. O mariposas. O lo que sea. En un arranque, coge el móvil y marca su número. Lo tira encima de la cama y se vuelve de espaldas. Respira hondo. Y de repente, clic. Todo su mundo se desploma a su alrededor, se le eriza cada centímetro de la piel y siente que no hay suficiente aire en la habitación, que su corazón se ha quedado mudo. Esa canción. Se gira, despacio. Ve su móvil brillar sobre la colcha, con su nombre en la pantalla. Se acerca. Su corazón late al ritmo de un colibrí batiendo alas. Descuelga. Un delicioso escalofrío le recorre de pies a cabeza al oír su voz al otro lado del teléfono. Recuerda una frase que oyó una vez:
" Sólo los valientes y los locos podrán hablar del amor" 
Coge aire.
















3 comentarios:

  1. Quiero ver la peli de Woody Allen!
    Y respecto a la entrada, jo, que chico más mono.
    Ojalá recupere a la chica.
    Un besooooooooooooooooooo

    ResponderEliminar
  2. No es muy pastelosa es más bien comedia romántica
    Yo también lo espero :)

    ResponderEliminar
  3. Muchisisisismas gracias por tu comentario en el blog! Me alegro mucho de que te haya gustado cómo escribo!
    Me ha encantado la foto que tienes de Marilyn, aunque indudablemente soy más de Audrey, en esa foto esta preciosa! Y qué gran verdad esa frase que dice que solo los locos y los valientes podrán hablar de amor...
    Un saludo:)

    ResponderEliminar